Ella fue la única mujer que el pintor modernista Klimt pintó más de una vez. La primera, en 1903, en un retrato que le llevó cuatro años y decenas de lienzos preparatorios. Pero ella no quedó satisfecha y le solicitó una nueva versión, una obra que hoy es la sexta más cara de la historia. El pasado noviembre pagaron por ella casi 88 millones de dólares.
Amante del arte
Adele Bloch-Bauer sintió tanta admiración por la forma de pintar de Gustav Klimt que no dudó en posar más de una vez para el pintor. Hija de un banquero judío y mujer del industrial también judío, Ferdinand Bloch-Bauer, Adele tubo un gran interés por la cultura.
Era famosa por las fiestas que daba y siempre se rodeaba de artistas, políticos e intelectuales de su época, entre los cuales el propio Klimt, con quien, dicen los rumores, mantuvo un idilio durante más de diez años.
La musa de Klimt
La evolución de su relación y de su personalidad quedó reflejada en todos los retratos que el maestro austriaco le realizó. Según algunos expertos, en todas las representaciones que Klimt hizo de Adele -de hecho en todas las mujeres que pintó- se esconde un deseo desbordante hacia ella, que se percibe en detalles como la mirada perdida o las manos ladeadas.
Incluso algunos han llegado a ver en Adele una metáfora de la Dánae de la mitología griega. Sólo tienen que mirar la obra
"Adele Bloch-Bauer" para ver la modelo rodeada de oro, lo que haría referencia a la lluvia de oro de Zeus.
Una mujer especial en su época
Esta mujer, que Klimt inmortalizó elegante y refinada fue, según su sobrina Maria Altmann, “una persona enferma, sufriente, frágil, oscura, complaciente, arrogante y siempre con dolor de cabeza”. “Nunca la vi sonreír. Estaba todo el día seria”, confesó Altmann en una entrevista.
Usaba largos vestidos blancos y fumaba con boquilla como una chimenea, cosa que era poco frecuente en las mujeres de esa época. Murió a los 43 años. Su esposo transformó su cuarto en un santuario y se comprometió a cumplir con la última voluntad de su esposa de quedarse con los retratos y legarlos a la Austrian Gallery en Viena, después de su muerte.
Lo que no cabe duda es que Adele Bloch-Bauer fue una mujer especial en su época, algo que todavía transmite su imagen. Quizá por eso sus retratos son algunos de los cuadros más caros de la historia del arte.
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