Spitzweg nació en Múnich en 1808 y se convirtió en farmacéutico por exigencias paternas. A raíz del fallecimiento de su progenitor abandonó su desempeño en farmacopea y se consagró a la pintura. Al artista le gustaba vivir por encima de la ciudad, y en 1833 se trasladó a una buhardilla en el barrio viejo de Múnich. La felicidad que aportaba la visión de los tejados cubiertos de nieve al pintor está reflejada en varias de sus obras.

Temáticamente hablando, Spitzweg (Múnich, 1808- 1885) perteneció a la época Bierdermeier, que se extiende en Alemania desde 1815 a 1848, y está marcada por restauración de un régimen feudal en el que los ciudadanos volvían a convertirse en súbditos de la corona. Si bien, posteriormente, el término Bierdermeier ha acabado por transformarse en sinónimo de sencillez, de culto familiar, de la confortabilidad doméstica. El artista contribuyó en gran medida a transformar objetos de la vida cotidiana de su tiempo, como sombreros de copa, paraguas o bastones en verdaderos símbolos representativos de su época.

Autorretrato. 1840- 1842. Carl Spitzweg

Autorretrato. 1840- 1842. Carl Spitzweg

En el conjunto de la obra de Spitzweg está caracterizado en gran medida por lo sarcástico de sus pinturas. Recordamos que el autor comenzó realizando dibujos para revistas satíricas y que la mayor parte de sus ejecuciones de madurez son retratos de carácter humorístico y excéntrico. Uno de los ejemplos de más conocidos de parodia mezclada al mismo tiempo con el dramatismo es uno de sus cuadros más célebres, El poeta pobre (1839), donde la caricatura da paso a la representación de la miseria de un poeta que no puede vivir de su talento y se refugia en su vida interior, alejándose de la sociedad. El contraste entre la altura intelectual del personaje y su situación atestiguan lo grotesco e irónico.

El poeta pobre se trata de una de las obras pictóricas más recurrentes en el imaginario colectivo alemán. Una de las preferidas cuando se realizan encuestas al respecto. Las pequeñas dimensiones del cuadro, junto a su gran popularidad, también para los no interesados en el arte, lo han convertido en un objeto anhelado por los amantes de lo ajeno. Desde su creación en 1839, la obra ha sido robada y recuperada en distintas ocasiones, como varias otras de las representaciones de Spitzweg. Actualmente, una de las tres copias de El poeta pobre se encuentra en la Alte Nationalgalerie de Berlin.

El poeta pobre. 1839. Carl Spitzweg

El poeta pobre. 1839. Carl Spitzweg

La composición de la obra es lineal. Todos los objetos aparecen en orden sin añadir una excesiva sensación de profundidad. La ausencia de muebles nos hace pensar que el poeta se ha visto obligado a fragmentarlos y añadirlos como combustible a una estufa que ya sólo alberga manuscritos de la obra del propio poeta, y que no parecen ser suficiente para hacerla funcionar. La sensación de frío y pobreza contrastan con el poeta ensimismado contando versos.

Otra de las interpretaciones, debida a una inscripción en uno de los bocetos encontrados de la obra en el que aparecen las palabras weg floh (adiós a la pulga), es la de que el poeta podría estar aplastando una pulga con sus dedos. Si bien la fórmula del hexámetro que el poeta tiene anotada en la pared, da pie, con la misma o mayor intensidad, a interpretarlo como una manera de llevar la cuenta.

Entre los románticos de la época no estaba bien vista la cultura transmitida a través de los grandes volúmenes que aparecen a los pies del colchón, sino que se intentaba buscar una mayor naturalidad. De ahí que buena parte del cuadro pueda explicarse, asimismo, en otra forma de sátira confundida con idilio. Tal vez, la pintura guste tanto porque nos transmite esa sensación de protección, bajo el paraguas, de no tener que enfrentar la realidad, de poder refugiarnos acurrucados cómodamente dentro de las fantasías e historias que nos evaden y pueblan nuestros estados mentales.