Aún los hermanos Lumière no habían puesto en marcha la maquinaria del cine, cuando el pintor francés Gérôme ya construía imágenes que se pueden confundir fácilmente con fotogramas de Hollywood. Defensor a ultranza de los códigos academicistas fue, sin pretenderlo, de todo menos reaccionario.

Napoleón Bonaparte ante la Esfinge. 1868. Jean- Léon Gérôme

Napoleón Bonaparte ante la Esfinge. 1868. Jean- Léon Gérôme

Jean- Léon Gérôme (Alto Saona, 1824- París, 1904) respondió con buena nota a todas las exigencias de la vieja escuela. En su caso, trabajó en el taller de Paul Delaroche, fue copista del Museo del Louvre y, por supuesto, se mantuvo alejado de cualquier movimiento revolucionario planteado en su época. No obstante, también fundó un sorprendente universo pictórico que adelantaba la escenografía vista años más tarde en grandes producciones cinematográficas.

Recepción de Condé en Versalles. 1878. Jean- Léon Gérôme

Recepción de Condé en Versalles. 1878. Jean- Léon Gérôme

Sus obras gustaban, y mucho. El secreto de su éxito estaba en dar a su público lo que quería y, por ello, no dudó en transformar la historia en espectáculo. Compuso auténticas narraciones visuales a partir de imágenes que hacían sentir a quienes las observaban testigos presenciales de lo que veían. Para lograrlo, se valía de representaciones exactas y precisas conseguidas gracias al constante recurso de la fotografía.

Gérôme pintaba la historia a través del prisma de la intimidad y de lo cotidiano, dejando que la anécdota fuese la protagonista del relato. Lo mismo ocurría con sus cuadros de temática oriental. De los diversos viajes que emprendió a Egipto, Argelia y Turquía, retuvo escenas y paisajes que luego recompondría en sus pinturas, cautivando con ellas a sus contemporáneos.

Los baños del harén. Hacia 1876. Jean- Léon Gérôme

Los baños del harén. Hacia 1876. Jean- Léon Gérôme

Fabricaba sus obras llevando a cabo una minuciosa labor de documentación, pero, además, se ayudaba de la fantasía que envolvía a aquellos lugares tan lejanos y que resultaban tan exóticos a sus paisanos occidentales. Permitiéndose, si era necesario, alguna licencia que evitara privarles de la imagen que de ellos esperaban. Así, el Oriente soñado por Víctor Hugo quedaba inmortalizado en sus lienzos.

De sus expediciones a Oriente mostraba guerreros y bailarinas, así como interiores de mercados, mezquitas,… atendiendo escrupulosamente a los detalles de la arquitectura y de la vestimenta para alcanzar una mayor veracidad. De la historia prefería la Antigüedad, el siglo XVII francés y los años de Napoleón. Todas sus obras recibían el mismo trato basado en un interés colorista, delicado, sensual, de cierto tono romántico y recreadas bajo una atmósfera teatral.

Pollice Verso. 1872. Jean- Léon Gérôme

Pollice Verso. 1872. Jean- Léon Gérôme

En la segunda mitad del siglo XIX, el negocio de la reproducción de obras de arte estaba en auge. La copia de sus creaciones a través del grabado y la fotografía venía muy bien a su estilo y pronto las imágenes de sus cuadros se volvieron muy populares, convirtiéndose en iconos de la cultura visual.

Gérôme también se dedicó a la escultura. Su consagración a este campo llegaría más tarde, en las últimas décadas de su vida. Y lo cierto es que esculpió piezas de gran calidad, a las que supo trasladar los valores de su pintura.