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Este cuadro es una obra abstracta que utiliza una explosión de colores cálidos y vibrantes. Predominan el verde, el rojo, el naranja y algunos toques de blanco, con pinceladas enérgicas y superpuestas que generan textura y dinamismo. La composición recuerda a un campo lleno de flores en plena primavera o a la vitalidad de un bosque en transición de estaciones.
El estilo es expresivo, con trazos libres que evocan movimiento, casi como si se tratara de un instante detenido en medio de la naturaleza. El espectador puede percibirlo como un paisaje natural reinterpretado a través de la abstracción.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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