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La entrada al Templo del Loto, en N Delhi, es punto vibrante por la afluencia de turistas, personas de diferentes religiones, y vendedores. El trajín de autobuses, vehículos y bicicletas de todo tipo es agobiante. El ambiente es brumoso a estas primeras horas de la mañana.
Ajenos a tanto bullicio están este grupo de hombres. Pudieran estar sentados en esos escalones a su izquierda, en nuestra forma de pensar, pero prefieren el suelo.
En una rampa que parece ir a ninguna parte, donde hay mucho polvo, al principio con baldosas y luego tierra, colocan una alfombra vieja y un trozo de plástico para sentarse. Que delicadeza, quitarse los zapatos para no pisar la alfombra o que comodidad.
El corrillo es asombroso. Se agrupan juntos, dos miran a la lejanía y otros dos al espectador, los dos del centro conversan, y uno de ellos, chaleco y camisa nueva, reclama la atención del otro. Los otros no interactúan a pesar de ser un grupo tan apretado. Ninguno parece inmutarse por el bullicio.
Son 6 personas, SEIS MIRADAS, llenas de pensamientos, esperanzas, quizás con indiferencia o entender así una placentera manera de vivir, con ese sosiego que transmiten.
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