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El momento en que cristaliza una conexión, el momento en que se consolidad un enlace. Cuando únicamente hay flujos intraducibles y en múltiples direcciones con múltiples sentidos. De pronto algo parece tener sentido. Hay un emisor. Hay un recetor. Es en este instante contemplo el surgimiento de una figura, como si emergiera desde un magma.
El Lector es un personaje, que se construye desde una base donde se cocinan idiomas de cada rincón del planeta. Las formas de comunicación humana son agitadas por dos gigantescas turbinas, helicoidales. Los mensajes son impulsados por ventiladores, letra a letra carácter a carácter, signo a signo. Poco a poco van ascendiente y al mismo tiempo destilando sus impurezas. Como si subieran por un cráter volcánico.
El Lector es una torre levantada sobre ladrillos de letras y frases, y textos, que posicionan en su cumbre al individuo, y al interprete de los titulares, las noticias, las crónicas. El Lector está absorto, encaramado en este imperio solitario. Mi padre se sentaba cada mañana a devorar la prensa, hasta que estrujaba la ultima pagina del periódico. Se le sentía presente, se le sentía ausente.
El Lector escala lentamente buscando dejar abajo los estratos inferiores y oscuros donde los motores trabajan incansablemente generando contenidos tóxicos y contaminados, resonando en todas direcciones, hasta conseguir erigirse sólidamente desde la mierda, desde los contenedores de basura, hacia estratos luminosos de elevada pureza y nobleza. La nube del braille es transversal, desvaneciéndose para fundirse, rematar y coronar la cima con dos constelaciones brillantes. El braille silencioso les acompaña y les envuelve a los tres dólmenes en todo este proceso, ocupando todo el paisaje.
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