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Este cuadro es una obra abstracta que transmite la energía y la vitalidad de la naturaleza. Los trazos y mezclas de colores recuerdan a un follaje denso o a un paisaje visto de cerca, con verdes intensos que evocan hojas frescas, tonos marrones que sugieren tierra o corteza, y toques de azul que aportan frescura, como destellos de agua o cielo. La textura espesa y los movimientos del pincel dan una sensación de crecimiento orgánico, casi como si la pintura estuviera viva y en constante transformación.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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