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En este cuadro no se ve nada concreto, no hay formas definidas ni figuras reconocibles, y eso es intencional. No pinto para representar algo visible, sino para liberar una emoción que no cabe en palabras. Para mí, las ganas de pintar van más allá de una idea o un pensamiento racional: son un impulso profundo, una necesidad de sacar lo que siento y dejarlo fluir sobre el lienzo.
Esta obra es el resultado de ese momento en que el corazón habla más fuerte que la mente. Cada trazo, cada mancha, es una emoción plasmada, sin filtro, sin explicación. No busco que el espectador entienda, sino que sienta. Porque, a veces, el arte no necesita decir nada para decirlo todo.
Licenciado en Educación Artística y Magíster en Gestión de la Tecnología Educativa.
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Colombia
