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Este cuadro es una obra de arte abstracto cargada de textura y energía. Los colores predominantes son el verde intenso y el dorado, que se mezclan con toques de naranja, rojo, azul y negro. La pintura tiene un relieve palpable, casi tridimensional, con redes superpuestas, creando profundidad y dinamismo.
La composición transmite la sensación de un bosque vibrante y luminoso, como si la naturaleza misma estuviera estallando en una danza de luz y materia. El dorado aporta una atmósfera de resplandor, mientras que los verdes y rojos evocan vida, brotes y raíces.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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