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Este cuadro al óleo de 50 x 50 cm, pintado sobre lienzo a espátula , presenta una escena entrañable y cargada de simbolismo: un abuelo y su nieto caminan de espaldas por un parque arbolado, avanzando juntos hacia un carrusel antiguo que se vislumbra a lo lejos. La composición equilibra emoción, nostalgia y un sutil toque de magia visual.
Los protagonistas —el abuelo, el nieto y el carrusel— están pintados a color, destacando con fuerza en un entorno de parque que se desarrolla completamente en blanco y negro. Los árboles altos, el camino y el cielo han sido trabajados con pinceladas monocromas que otorgan una atmósfera de calma, evocando una memoria o una escena suspendida en el tiempo.
El abuelo camina con paso firme y pausado, sujetando con ternura la mano del niño. El niño, enérgico y pequeño, sostiene en la otra mano un ramillete de globos de colores vivos, rojos, azules, naranja, amarillo…. que aportan una nota de alegría y movimiento. Uno de los globos se ha soltado y aparece flotando hacia lo alto, alcanzando la parte superior del cuadro, como si escapara de la escena en busca del cielo.
Al fondo, el carrusel se alza como un faro de fantasía y diversión: sus luces cálidas, su estructura circular y los caballitos pintados con detalle invitan a imaginar la música y la risa. Aunque lejano, su presencia domina el horizonte y guía el recorrido de los protagonistas, reforzando la idea de un destino feliz.
El contraste entre el color y el blanco y negro no solo dirige la atención del espectador, sino que sugiere una lectura emocional: lo verdaderamente importante —el vínculo familiar, la ilusión, la infancia— es lo que brilla en color, mientras el resto se diluye en la neutralidad del tiempo y el recuerdo. Es una obra silenciosa pero poderosa, que invita a detenerse y mirar con el corazón.
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