Todas las definiciones que recibió José Victoriano González Pérez (Madrid, 1887- Boulogne-sur-Seine, 1927), conocido universalmente como Juan Gris, por sus coetáneos guardaban un componente en común: su pasión por la exactitud. Así, Guillaume Apollinaire le llamó: “El demonio de la lógica” y Pablo Picasso: “El sabio del cubismo”. De hecho, él mismo consideraba que el movimiento cubista y su propio trabajo eran la traducción plástica de su tiempo. Una época mecanizada en la que el ser humano ya iba dándose cuenta de los aspectos engañosos de sus experiencias.

Naturaleza muerta con guitarra. 1920. Juan Gris

Naturaleza muerta con guitarra. 1920. Juan Gris

Juan Gris fue uno de los artistas más importantes del cubismo y, seguramente, el que más se molestó en explicarlo. Pero con su obra, necesaria e inherente a su reflexión teórica, también proponía soluciones pictóricas novedosas y una interpretación muy personal del cubismo, reservándole un sentido figurativo.

El pseudónimo de Juan Gris apareció por primera vez en la cubierta del libro Alma América. Poemas indo-españoles (1906) del peruano José Santos Chocano, como autor de las ilustraciones del texto, en las que ya anunciaba su predisposición geométrica y su inclinación por los motivos instrumentales. Poco después, se instaló en París, donde siguió ejerciendo como ilustrador.

Jarra, botella y copa. 1911. Juan Gris

Jarra, botella y copa. 1911. Juan Gris

A partir de 1910, su obra dio un vuelco y Jarra, botella y copa (1911) es un ejemplo de ello. Aunque su adhesión al cubismo era cada vez más patente, conservó serias diferencias con sus compañeros. Juan Gris no anula la sensación de volumen, manteniendo el claroscuro y, además, busca una estructura geométrica unificadora, con formas rítmicas que rompan con la complejidad planteada por los otros cubistas. Su aportación será desbaratar el desorden que dificulta la lectura del objeto que se decía representar.

El fumador. 1913. Juan Gris

El fumador. 1913. Juan Gris

Encontramos más elementos de la apreciación cubista de Juan Gris en creaciones como El fumador (1913). Que nos descubren una paleta de colores vivos y en los que se manifiesta claramente el método deductivo intrínseco a su obra y a su proceso creativo, en el cual aparece primero la idea y luego el objeto.

La botella de anís. 1914. Juan Gris

La botella de anís. 1914. Juan Gris

Los mejores cuadros de Gris se produjeron durante la Primera Guerra Mundial, llevando a cabo la sofisticación del collage en Botella de anís (1914). Y, sin duda, de toda su carrera destaca Naturaleza muerta y paisaje: Place Ravignan (1915), con la que inaugura el género, de vital trascendencia en su trabajo, en código cubista. Este es un bodegón enfrentado a una ventana abierta con un fondo exterior. Lo que corresponde a la reflexión, en el interior y a la liberación, en el exterior. Un paisaje apetecible y sugerente, quizás influencia de Henri Matisse. Por tanto, expone la alternativa entre un universo intelectual, en el interior y otro sensorial, fuera de la ventana. Aquí exhibe magistralmente la disyuntiva que sustenta su creación: el conflicto creativo entre intelecto y sensualidad.

Naturaleza muerta y paisaje Place Ravignan. 1915. Juan Gris

Naturaleza muerta y paisaje Place Ravignan. 1915. Juan Gris

Por otra parte, en Frutero, vaso y limón (1916) muestra su extraordinario manejo del blanco y el negro y sirve, además, como testimonio de otra de las propuestas del pintor madrileño: inscribir su obra dentro de la tradición. La potencia del negro de sus lienzos se ha asemejado al negro típico de la pintura española, empleado por Diego Velázquez o Francisco de Goya. También, la caracterización del objeto como algo sagrado, que le adjudica un tono metafísico a los bodegones, ha recordado al barroco español.

Frutero, vaso y limón. 1916. Juan Gris

Frutero, vaso y limón. 1916. Juan Gris

Juan Gris diseñó una pintura que pretendía, en la misma dosis, lo estético y lo racional. Creando, así, su propia visión cubista, resuelta en una estructura poética.