Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Es un pueril mantra de autoayuda y, además, rotundamente erróneo. Solo hay que analizar superficialmente la historia del arte para darnos cuenta de que el tiempo no es el mismo para unos que para otros. ¿Y cuál es el sitio de Camille Claudel? ¿El de las locas amantes despechadas? ¿O el de las mujeres víctimas de una historia (del arte) escrita por historiadores mitómanos?

Camille Claudel (1864 – 1943) dejó de existir para el mundo durante 30 años. Pero ella seguía vivía. Su familia la internó desde 1913 hasta su muerte en plena II Guerra Mundial. “Delirio sistemático de persecución basado principalmente en interpretaciones e imaginaciones falsas”. Con este diagnóstico se justificaba la entrada de la escultora en el psiquiátrico de Ville-Évrard.

¿Estaba loca Camille? Los informes de los médicos que han llegado a nosotros no son concluyentes pero sugieren que la escultora había llegado a un punto de no retorno en relación a sus conflictos emocionales. Desde luego, su familia podía haber pensado en una solución menos drástica, pero su hermano Paul —diplomático y poeta— cargó en su conciencia con haberla dejado recluida en el hospital psiquiátrico hasta su muerte.  

¿Por qué Paul Claudel invisibilizó a su hermana durante 30 años? ¿Por qué solo la fue a ver siete veces en todo ese tiempo? Los biógrafos de Camille afirman que la artista solo tenía un defensor en su familia: su padre. Y que una vez muerto este y con Camille cada vez más entregada a sus demonios, su hermano, su hermana y su madre encontraron vía libre para dejarla fuera de juego. Que ya se hablaba demasiado en París de esa loca examante de Rodin

1883. Camille Claudel consigue la autorización paterna para dedicarse a su gran pasión: la escultura. Por supuesto, no era lo habitual en la época para las mujeres burguesas, pero a cuentagotas cada vez encontramos más mujeres participando en la efervescente vida cultural del París de fin de siglo.  

Camille conoce a Rodin y entra como aprendiz en su taller. Y se inicia la leyenda. Los historiadores se apoyan en la correspondencia que mantuvieron ambos y en las noticias de la época para, a partir de ahí, generar un relato épico con todos los ingredientes del culebrón: pasión, engaño, aborto, celos y locura. Y entre todo eso, de vez en cuando, se cuelan destellos de análisis histórico-artístico objetivo. 

A finales de siglo, las artes plásticas viven una revolución. En pintura, los impresionistas dan paso a las vanguardias. ¿Y qué pasa con la escultura? Menos tendente a los cambios drásticos y más apegada a los cánones clásicos, esta disciplina artística comienza a romper con el pasado introduciendo elementos vanguardistas. Rodin (y su taller) es uno de los principales impulsores de esta transformación.  

Sin duda, Camille Claudel aprende mucho al lado de su maestro el cual la tiene en alta consideración hasta el punto de tener en cuenta su opinión para la ejecución de varias de sus obras de la época. Camille colabora en las célebres Puertas del Infierno. El expresionismo también encuentra su sitio en la escultura.  

A pesar de la gran diferencia de edad —Rodin tenía 20 años más— sin duda ambos viven una retroalimentación artística influyéndose mutuamente. Aunque en 1893 la pareja —sentimental y artística— decide romper, ambos seguirán caminos paralelos a nivel estilístico: solo hay que ver La Edad Madura de Claudel —su obra más popular— para apreciar esta influencia.

La obra de Camille Claudel es celebrada en París a finales de siglo, su figura es reivindicada y se organizan exposiciones con su obra. Pero con el avance de la primera década de siglo XX, Camille se aparta del mundo… y luego la apartan y la encierran. Y la huella de la escultora se pierde permaneciendo solo la de la amante del artista.  

No sabemos si el tiempo ha puesto en su lugar a Camille Claudel —al menos, de vez en cuando, volvemos a hablar de ella como artista— pero de lo que sí estamos seguros es de que nunca lograremos rescatar a todas esas Camille Claudel que han quedado ocultas —y ocultos— en la historia del arte bajo la sombra de tanto dichoso mito.