Varios niños juegan despreocupados de la realidad a su alrededor. No parece acecharles ningún peligro, pero hay algo inquietante en las escenas que pinta la artista madrileña Pilar López Báez. La franja inferior de la obra, donde se mueven los pies de los niños, está como inacabada. Se aprecia el carboncillo que guía al pincel. Los mimbres de una obra que habla de la extrañeza ante la propia existencia. De esa sensación de irrealidad que a veces nos embarga y que es como un dejá vu. Esto ya lo he vivido antes, te dices.

El contemplador inconsciente, Pilar López Báez

Y quieres saber qué hay detrás, comprender cuáles son los mecanismos de la existencia. Pero esto no ocurre a los niños, absortos en sus juegos. Pasa a quienes han vivido lo suficiente para tener memoria. Una memoria influida por el entorno y el pasado histórico.

Identidad y memoria, vida y muerte. Son los parámetros sobre los que construye su discurso esta artista madrileña, que es también historiadora del arte. Combina pintura, ilustración y collage en una obra, de gran atractivo plástico, que resulta fuertemente sugestiva.

Abunda el retrato. Escenas familiares que son como esas viejas fotografías de la infancia que todos tenemos: los primeros pasos, las vacaciones de verano… y también el autorretrato, donde la autora se muestra más reflexiva y autoconsciente, a través de los pequeños gestos cotidianos que, en suma, componen nuestras vida.

Esta reflexión se concreta en los aspectos formales del trabajo, de modo que, discurso y forma, componen un mismo corpus, pleno de sentido y elocuencia. La técnica del collage permite a la artista lograr esta imagen de antigua fotografía, cargada de recuerdos.

Sus cuadros están formados por diversas capas, en alusión a las capas de recuerdos que conforman la memoria. Y como experimentamos cuando recordamos, la visión que se dibuja en nuestra mente no es uniforme, sino como hecha de retales. Por ello la artista termina algunas partes del cuadro en estilo realista, mientras deja otras sin pintar, solo con el dibujo.

Como un recuerdo, en ese momento de tensión en que puede materializarse o desaparecer para siempre.

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