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Se trata de una obra audaz que explora el lado más primal y placentero de la existencia humana. Con una figura central que mezcla lo humano y lo mitológico, el uso del color naranja y amarillo evoca energía y pasión, mientras que la copa en la mano simboliza el disfrute de los placeres de la vida. La composición dinámica y los contrastes entre sombras y luces crean una atmósfera intensa que invita a reflexionar sobre la naturaleza de los deseos y el disfrute. Ideal para espacios que buscan una pieza provocadora y llena de carácter.
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