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Realizada en acrílico sobre un fondo con textura de cemento, ofrezco este resumen de mi representación de una niña romaní. No se trata de una representación literal, sino de una evocación de su esencia. La paleta monocromática de grises y blancos busca transmitir la crudeza y la belleza cruda de su vida, la fuerza interior que se esconde tras una mirada penetrante. El fondo de cemento simboliza la cruda realidad en la que se mueve, mientras que la textura de la pintura, aplicada con decisión, refleja la fuerza de su espíritu indomable. No se trata de una imagen idealizada, sino de la búsqueda de la autenticidad y la dignidad de una niña que, a pesar de las circunstancias, mantiene viva la llama de su espíritu. La mano que se lleva al rostro sugiere un gesto de introspección, de protección, quizás una ligera vulnerabilidad oculta tras su expresión firme. Es una oda a la resiliencia y a la belleza que se encuentra en los lugares más inesperados.
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