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En esta obra, Antonio Abril representa un rostro dividido entre dos mundos: la luz y la sombra. La mitad izquierda brilla con tonos cálidos y vivos, mientras que la derecha se oscurece en matices profundos, generando un fuerte contraste emocional. Los ojos, intensos y penetrantes, refuerzan la sensación de dualidad y misterio. La composición combina abstracción y simbolismo, evocando temas como la identidad, la dualidad del ser y los opuestos que conviven en cada persona. Una pieza que atrapa la mirada y despierta reflexión.
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