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En esta obra quise plasmar la serenidad de un pequeño pueblo de montaña. Pinté la calle empedrada entre casas de piedra y balcones de madera porque esos detalles evocan para mí la calidez del hogar y la vida rural. Utilizo la perspectiva para guiar la mirada del espectador hacia las montañas del fondo, buscando transmitir sensación de profundidad y movimiento. La luz suave que baña las fachadas y las montañas me permite destacar las texturas de la piedra y la madera, y al mismo tiempo crear una atmósfera acogedora. Con esta pintura deseo que quien la contemple sienta la misma paz y nostalgia que me inspiró al recorrer esos caminos y se deje llevar por la tranquilidad del paisaje.
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