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La composición se articula sobre un campo cromático predominantemente amarillo, intervenido por difusiones rojizas que aportan profundidad atmosférica y vibración térmica. En el extremo derecho, una farola vertical se erige siguiendo la proporción de altura con la espiral áurea, estableciendo un eje de equilibrio visual y simbólico.
En su cúspide, un nido introduce la dimensión biología frente al rigor geométrico.Desde él, una semilla de tomate germinado fractura la estructura metálica, provocando la caída del cuerpo lumínico al suelo.
La cabeza de la farola, inclinada a 135,7 grados( el grado de oro), genera una tensión compositiva que articula el diálogo entre el orden y entropía. El punto de ruptura, el crecimiento vegetal sustituye la fuente eléctrica por un tomate de gran tamaño que se erige como nuevo núcleo lumínico y simbólico.
Sin luz ni Sombra explora la intersección entre la geometría sagrada y lo vivo, entre la artificialidad de la técnica y la inevitable pulsión vital de la naturaleza. La obra subvierte el concepto de iluminación, la luz ya no proviene del artificio, sino del fruto creado sin intención, reconfigurando la noción misma de energía y creación.
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