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Acrílico sobre lienzo, técnica mixta.
Una vieja cerradura oxidada emerge de una superficie turquesa desgastada por el tiempo. La pintura, con sus texturas rugosas y capas erosionadas, evoca la fragilidad de la memoria y lo que queda atrapado en el pasado. El óxido, símbolo de lo abandonado, contrasta con el color vibrante del fondo, como si lo olvidado aún reclamara su lugar en el presente.
«El umbral del olvido» representa no solo una puerta cerrada, sino lo que hay al otro lado: recuerdos difusos, secretos no revelados, historias retenidas. El espectador se convierte en testigo de un umbral simbólico, invitado a mirar sin poder entrar, a imaginar lo que permanece inaccesible.
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