Durante la segunda mitad del siglo XIX, París experimentó un importante proceso de reformas, a cargo del Barón Haussmann, transformándose en la metrópolis más potente y moderna de Europa. Los nuevos encantos de la ciudad atrajeron a muchos pintores, en especial, a los impresionistas. De ellos, Caillebotte fue probablemente el que más se acercó a la esencia de ese nuevo París, pues, jugando con la perspectiva consiguió captar aquellos rincones que mejor definían la reciente identidad de la urbe.

El Puente de Europa. 1876. Gustave Caillebotte

El Puente de Europa. 1876. Gustave Caillebotte

Los primeros trabajos de Gustave Caillebotte (París, 1848- Gennevilliers, 1894) parten de un acentuado realismo, rasgo por el que fue rechazado en el Salón de 1875. Decidió, entonces, unirse al grupo de los impresionistas participando en su segunda exposición. Se convirtió en un miembro imprescindible, no sólo por sus aportaciones artísticas, sino por ser uno de los grandes motores económicos que apoyaban el movimiento. Gracias a su desahogada posición económica, pudo comprar numerosas piezas de sus compañeros y promover las siguientes exposiciones del grupo.

Hombre joven en el balcón. 1875. Gustave Caillebotte

Hombre joven en el balcón. 1875. Gustave Caillebotte

Antes de dedicarse a la pintura, estudió Derecho y se alistó en el ejército para combatir en la guerra franco-prusiana. A su regreso, fue alumno de Bonnat y de la Escuela de Bellas Artes. Sin embargo, su mirada inquieta le llevó a alejarse de la norma y a centrarse en los cambios que ofrecía el nuevo espacio metropolitano desde un punto de vista libre y muy influenciado por la fotografía, que le diferencia claramente del resto.

Calle de París, día lluvioso. 1877. Gustave Caillebotte

Calle de París, día lluvioso. 1877. Gustave Caillebotte

Y buena parte de su fama se la debe a esos paisajes urbanos, en los que descubrió vistas inéditas de la capital francesa, embellecidas por los efectos de la luz y de las estaciones. Subido a tejados, desde balcones o en picado, perseguía perspectivas originales con las que desnudar la nueva personalidad de la ciudad. El dibujo modelado, las figuras recortadas y el interés por la espontaneidad del momento son otras peculiaridades que caracterizan sus obras.

Vista de los tejados, efecto nieve. 1878. Gustave Caillebotte

Vista de los tejados, efecto nieve. 1878. Gustave Caillebotte

Encontró así, en el París de Haussmann, en sus nuevos edificios y amplios bulevares, su escenario idóneo. Además, Caillebotte fue de los primeros en introducir la representación del proletariado urbano, como en Los acuchilladores de parqué (1875), pocas veces protagonistas de cuadros. Asunto que recogió desde un tono documental, mostrando sus gestos y aparejos.

Los acuchilladores de parqué. 1875. Gustave Caillebotte

Los acuchilladores de parqué. 1875. Gustave Caillebotte

En los últimos años de su vida tuvo la oportunidad de disfrutar de su otra gran pasión y se convirtió en un respetado arquitecto naval. Su gusto y conocimiento por los barcos incidió en su producción artística. Aún más, cuando hacia 1881 adquirió una casa, que con el tiempo estableció como su primera residencia, en Petit- Gennevilliers, a orillas del Sena frente a Argenteuil, donde Monet ya llevaba años viviendo. Recibió su influencia, al igual que la de Degas, Renoir y Pissarro.

Veleros en Argenteuil. Hacia 1888. Gustave Caillebotte

Veleros en Argenteuil. Hacia 1888. Gustave Caillebotte

También transfirió su particular estilo a los retratos. Realizados, seguramente, a amigos ya que Caillebotte no necesitaba vender su pintura para vivir y no solía trabajar por encargo. De hecho, tras su muerte, a los 45 años, la mayoría de sus lienzos quedaron en manos de su familia, lo que postergó su éxito, pues, hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que volvieran a ser expuestos y valorados.