Paradógicamente, una de las invenciones de mayor importancia en la historia de la pintura se debe a un arquitecto, Filippo Brunelleschi. Él fue quien sentó las bases del método que permitiría a los artistas plásticos reproducir figuras y objetos tal y como los percibe el ojo humano. Hablamos del origen de la perspectiva lineal.

La primera obra en la que se pusieron en práctica las revolucionarias leyes enunciadas por Brunelleschi (Florencia, 1377- 1446) fue en La Trinidad (1426- 1428) de Masaccio, ubicada en la iglesia florentina de Santa María Novella.

La escena recrea, en el interior de una capilla, el dogma cristiano de la Santísima Trinidad. El centro del fresco está ocupado por Cristo en la cruz y, al fondo, toman presencia Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma. A los lados de los personajes principales se encuentran la Virgen María y san Juan y, situadas un escalón por debajo de la capilla imaginaria, las figuras de los donantes, supuestamente miembros de la familia Lenzi.

Completan la composición el sarcófago de la parte inferior, que recuerda el carácter efímero de lo terrenal, y la arquitectura donde se desarrolla la escena. De la cual, destaca la bóveda artesonada y el arco sustentado sobre dos columnas jónicas que, a su vez, queda enmarcado en dos pilastras corintias de capiteles rosas. De hecho, el lenguaje formal de la arquitectura pintada guarda parecido con los edificios construidos por Brunelleschi en Florencia, por lo que, se cree que el arquitecto podría haber actuado como asesor artístico en la realización de la pintura.

Para conseguir esa profundidad que hace que parezca real a los ojos del espectador, Masaccio (San Giovanni Valdarno, 1401- Roma, 1428) se valió de un preciso cálculo matemático que le permitiría reproducir a todos los personajes según su posición en el espacio. Igualmente, se sirvió de una compleja trama de líneas auxiliares, que aún hoy se distinguen bajo las capas de color. Todas esas líneas nacen de un punto de fuga central que el artista italiano colocó hábilmente en el nivel ideal de visión para el observador, es decir, en el escalón inferior.

Asimismo, es relevante la combinación cromática de azules y rojos, recurriendo a la gradación de la intensidad de los contornos, que dotan de dinamismo y acentúan esa profundidad creada por el artificio del dibujo de la arquitectura en perspectiva.

Para esa alcanzar esa tridimensionalidad, Masaccio tuvo que plantear cambios nunca antes concebidos, como no darle un tamaño menor a las figuras no divinas para reflejar su jerarquía teocrática. Se desentendía, de esta manera, de la perspectiva plana de la Edad Media que supeditaba las dimensiones y las proporciones de los elementos de un cuadro a su importancia ideológica. Aunque, la estructura piramidal que rige la composición, y que también ayuda a potenciar la profundidad, sí subraya ese orden teocrático.

Hasta bien entrado el siglo XIX, la pintura se rigió por las leyes de la perspectiva científica. Esto evidencia la magnitud extraordinaria del invento. Sin duda, uno de los grandes hitos artísticos de todos los tiempos.