Coincidiendo con el Festival Internacional de Videoarte argentino (FIVA 2016), mostramos más acerca del universo del videoarte que tuvo su máxima representación en las décadas de los 60 y 70. Gracias a la corriente Fluxus pudimos descubrir más acerca de un estilo artístico marginal. Con representantes internacionales de la talla de Yoko Ono, el Fluxus fue solo una de las expresiones del videoarte, el legado del dadaísmo y el arte pop. Despreciado por unos, alabado por otros, convivió durante un tiempo con el accionismo vienés pero, a diferencia de este, los colectivos artísticos que se incluyen dentro del videoarte permanecen en la actualidad (derivados del Ant Farm o del Fluxus). Bienvenidos al universo del arte marginal del siglo XX.

El origen: el videoarte en su época

Hay pocas corrientes artísticas que no sean hijas de su tiempo. El videoarte no iba a ser una excepción. Tuvieron que llegar antes la Avant Garde y el dadaísmo, surrealismo en su máxima expresión. Hubo de dar los primeros coletazos el Pop Art y la Bauhaus debía trascender a todo Europa desde los países nórdicos para que el videoarte comenzara a hacerse un hueco en el imaginario colectivo.

Alcanzó su máxima popularidad en la década de los sesenta cuando la tecnología doméstica comenzó a estar a disposición de la alta sociedad. De ella proceden muchos de los grandes videoartistas del movimiento Fluxus. De hecho, el uso de videocámaras y la democratización tecnológica llevaron a cabo «el milagro» en gran medida. En cierto modo, el videoarte fue posible gracias a la globalización.

Paradójicamente, este movimiento trataba de evitar el tono comercial del Pop Art o del Bauhaus a pesar de que provenía directamente de dos factores que estaban fuertemente vinculados a lo que sus componentes criticaban: las clases dominantes y la comunicación de masas. El evento que definió lo que hoy conocemos como videoarte fue la creación del vídeo «Caos y Creación» de Salvador Dalí. Huelga decir que este artista icónico era de familia aristocrática.

Como él, Wolf Vostella ha sido considerado como el padre del videoarte por su creación «Sun in your Head»(1963). Su relevancia radica en el uso de técnicas fotográficas, collages y video en uno. Es el representante máximo de la era Fluxus. Después de él aparecerían muchos más como sucede en el caso de Paul Wong, Juan Downey o Nan Hoover. 

Lisa Steele o la mujer en el videoarte

Hay algo muy característico en el colectivo Fluxus y es que se conocieron a numerosas artistas femeninas en este campo. El arte conceptual era descendiente directo del dadaísmo y, como tal, el papel femenino en cuanto a arte comenzaba a percibirse como actor y no como objeto.

https://www.youtube.com/watch?v=5XdAIoit_KI

Si hasta principios del siglo XX el papel de la mujer en la creación artística se había limitado, abruptamente, al de musa o artista consorte, el movimiento artístico del videoarte actúa como una tabla de salvación para las mujeres artistas que, durante toda la historia, habían sido definidas como objeto y no como sujeto.

El arte que quería acercarse al público (pero que era privado)

Tanto el accionismo vienés como el videoarte (en cierto modo, el accionismo vienés era una forma de videoarte) trataban de incluir al espectador en el proceso creativo, de que interviniera. De ellos provienen las performances y los happenings. Sin embargo, la diferencia fue que el accionismo vienés fue la resolución fílmica del dadaísmo (la duración del movimiento fue tan corta en un caso como en otro) mientras que el videoarte permaneció a lo largo del tiempo. ¿Por qué sucedió?

Cuando surge un movimiento vanguardista se expone a dos resultados; la primera es que se democratice (en cuyo caso fracasa), la segunda es que el impacto en la sociedad general no se dé por falta de reconocimiento del particular con el movimiento (en este caso, también fracasa). Es decir, la vanguardia no puede sobrevivir a su propio objetivo; impactar y provocar emociones en el espectador. Puede resultar chocante o atractiva en un primer momento pero, con el paso del tiempo, el consumidor de arte se acostumbra e incluye la excepción en la norma artística que comparten todos los artistas de un mismo movimiento.

Por otra parte, si el arte pretende ser rompedor e invitar a la reflexión no puede convertirse en corriente artística porque en el proceso se estarían asimilando unos patrones que ese mismo movimiento pretende romper. Es por ello que el videoarte no se puede considerar un dadaísmo filmado o un accionismo vienés evolucionado. Su función era la de remover las conciencias y lo que consiguió fue crear una minoría elitista en torno a él.

El videoarte en España

El alcance del videoarte en España es producto de la aparición de artistas en este país durante las décadas de los 80 y 90. Como sucede con las tendencias de arte contemporáneas, España retrasó la entrada de toda vanguardia hasta el término de la dictadura. Los precedentes europeos, estadounidenses y sudamericanos habían sido Martin Sastre, Shriin Neshat y Mathias Müller. 

Actualmente, sus representantes son Jordi Colomer (uno de los pocos que residieron en España, aparte de vivir durante años en Francia) así como Luis Bezeta o Julia Juaniz. Quizás lo que más le interese al lector, no obstante, sea conocer algunos de los eventos más importantes en el ámbito.

IVAHM (Madrid)

Un encuentro anual de artistas. Merece la pena desde la perspectiva del arte de un solo canal.

LOOP (Barcelona)

Es el festival de referencia de videoarte en España y tiene lugar cada año durante el mes de Mayo. A lo largo de toda una semana hay numerosos espacios reservados para la difusión de arte alternativo de diversos artistas.

El videoarte permanece como una corriente que se ha democratizado y que, actualmente, podemos disfrutar en casi cualquier exposición de arte contemporáneo. No obstante, la mayor parte de espectadores activos y conscientes que forman parte de este movimiento son también videocreadores lo que nos lleva a preguntarnos, ¿Existe la transgresión después del éxito?¿Puede morir de éxito una corriente artística?