La mujer como fuente de inspiración y motivo artístico y el color como medio para lograr la expresión: el arte de Fernando Toledo tiene un sustrato natural y asequible, no pretende romper normas ni aguijar conciencias. El pintor cubano residente en Chile tiene claro que la espontaneidad y la frescura deben ser dos ingredientes de sus obras:  los cuadros de Toledo no son para pensar; son para sentir, para vivir un poco y anhelar otro tanto.

Alba, Fernando Toledo.
Alba, Fernando Toledo.

Solo hace falta contemplar obras como Algo en mente o Renacimiento para sentir que la belleza no es tan esquiva como creemos en los días borrascosos. La mujer de Algo en mente parece indicarnos el camino con su mirada intensa pero limpia. La línea gruesa que marca el contorno de la figura conduce al vitral de su cabeza, uno de los motivos que personalizan la obra del pintor cubano.

Terpsicore, Fernando Toledo.
Terpsicore, Fernando Toledo.

Cuenta Fernando Toledo que las vidrieras de colores de las iglesias coloniales de su infancia en Cuba le marcaron estéticamente mientras aprendía a dibujar sobre cualquier superficie, incluyendo “las paredes de su casa”. En un espacio religioso, la vidriera tiene el cometido de enardecer el espíritu a través de la luz tamizada por sus cristales de colores: hasta un ferviente ateo se llega a sentir raro en la Sainte Chapelle de París o en la Catedral de León.

Abril, Fernando Toledo.
Abril, Fernando Toledo.

Fernando Toledo trata de contagiar a sus mujeres de esa pulsión espiritual de los vitrales: exprime el brío estético del color para iluminar un rostro, una vida. De los cuerpos de las modelos del pintor cubano mana un torrente de color que conecta este lado (gris) de la realidad con lo (cromáticamente) intangible. Pero no confundamos: los cuadros de Toledo no prometen el paraíso del más allá, sino la esperanza del más aquí.

En espera, Fernando Toledo.
En espera, Fernando Toledo.

Este recurso compositivo de Fernando Toledo tiene feliz resultado en las obras referidas o en otras como Memorias o Raíces. Desde un punto de vista puramente sensitivo, estos retratos de mujeres transmiten frescura, apetito y sensualidad:  es el placer sencillo, el más complicado de los placeres.

Algo en mente, Fernando Toledo.
Algo en mente, Fernando Toledo.

Porque, al contrario de lo que sucedía con algunos pintores que han acudido a las vidrieras como fuente de inspiración, caso de George Rouault, la obra vitral de Toledo está despojada de misticismo religioso y de expresionismo ascético. El pintor cubano está más cerca de otro fauvista, el más célebre de ellos: Matisse. De él ha podido tomar —como tantos y tantos devotos cromáticos— la expresividad del color liberándolo de la referencia a los objetos para convertirse en pura expresión del espíritu.

Renacimiento, Fernando Toledo.
Renacimiento, Fernando Toledo.

Tampoco podemos evitar pensar en Klimt cuando observamos algunos de los cuadros del pintor cubano—especialmente En Trance— pero Toledo no deriva en el barroquismo dorado y, a menudo, agotador del pintor austríaco. Al contrario, Fernando Toledo se acerca, en ocasiones, a la estética cómic en obras como Hilaria. Los tonos vibrantes de las pieles y el pelo, contrastan con el azul del tapiz vegetal del fondo y del blanco con un punto cadavérico de la modelo. Algo parecido sucede en Terpsícore, otro festival del color que bien podría ser la carátula de un buen vinilo o de una película oriental de terror.

Alma, Fernando Toledo.
Alma, Fernando Toledo.

La herencia fauvista también aparece en otros retratos de Fernando Toledo, como es el caso de Alba, cuya mirada felina nos hipnotiza. Pero el artista caribeño, al contrario de algunos de sus referentes, no opta por una línea expresiva que descompone la realidad. O dicho de otra manera, Toledo es fiel a la realidad con el dibujo, usando exclusivamente el color como método expresivo. De esta forma, la elegancia de la línea y la intensidad expresionista del color son las dos características principales de su obra.

Así sucede en Alma, con una mujer que mira temerosa de soslayo, mientras los rojos y los negros gotean inquietud a su alrededor. O en El viejo y el mar —inspirada por uno de los libros preferidos del artista—: la mirada y las arrugas dicen tanto sobre la vida de este hombre como los tonos ácidos que modelan su rostro. Y es que si los cuadros de Fernando Toledo fueran un libro, las tapas serían la línea y las palabras, el color. Así es su obra: elegante por fuera y reveladora por dentro.

Te invitamos a visitar la galería de Fernando Toledo en Artelista.