En 1909, Claude Monet confesó que junto con su estanque de nenúfares, del que se encargaban no menos de cinco jardineros, sus paisajes de agua y reflejos se habían convertido en su mayor empeño y en su principal fuente de inspiración.

Nenúfares. Reflexiones verdes. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Reflexiones verdes. 1914- 1926. Claude Monet

 

Monet (París, 1840 – Giverny 1926) cultivaba estas plantas en su famoso jardín acuático, presidido por el emblemático puente japonés, que había acondicionado en 1893 en su propiedad de la localidad francesa de Giverny, donde pasó los últimos años de su vida. Se interesó por todas las variedades de nenúfares, especialmente, por los blancos. En su etapa final, un Monet casi ciego pintó una y otra vez las formas mágicas de sus nenúfares, los cuales fueron los protagonistas absolutos de una de sus obras maestras, creada entre 1914 y 1926. Trabajo que regaló a Francia para celebrar su victoria en la Primera Guerra Mundial.

Nenúfares. Reflexiones de árboles. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Reflexiones de árboles. 1914- 1926. Claude Monet

Se trataba de un proyecto muy ambicioso. Confiaba en materializar la experiencia sensitiva de este envolvente entorno en finos y grandes murales que, ligeramente arqueados, rodearían y sumergirían al espectador en una extraordinaria realidad simulada, en una plácida ilusión sin fin. Para ello, armó veintidós paneles configurados mediante ocho lienzos: cuatro representan el amanecer y la otra mitad, el crepúsculo; de dos metros de alto que, si se alinearan uno junto al otro, llegarían a casi cien metros de ancho.

Nenúfares. Puesta de sol. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Puesta de sol. 1914- 1926. Claude Monet

El espectacular conjunto decorativo, considerado por André Masson “la Capilla Sixtina del impresionismo”, desarrolla un paisaje de agua lleno de nenúfares, de ramas, de reflejos, de árboles y de nubes. Monet se despreocupó del horizonte y del cielo para concentrarse en pequeñas zonas del estanque, trabajando casi en primer plano. Hizo que predominase una superficie uniforme, sin que ningún punto tuviese mayor relevancia que otro.

Nenúfares. Nubes. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Nubes. 1914- 1926. Claude Monet

Esa neutralidad queda intensificada por el formato cuadrado de las composiciones, proporcionándoles la cualidad de lo infinito, de lo ilimitado. Reforzada, aún más, por el inacabado de los bordes dejados sin pintar. Aspecto que ejercerá una fuerte influencia en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo, en los artistas americanos.

Nenúfares. Los sauces, luz de la mañana. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Los sauces, luz de la mañana. 1914- 1926. Claude Monet

Lo cierto es que la pincelada del francés nunca se había mostrado tan libre y tan ajena a la descripción objetiva de las formas como aquí. Y, si se contemplan las piezas de cerca, la impresión responde a una total abstracción, tanto en la identificación de las plantas como en sus propios reflejos, teniendo el espectador que hacer un esfuerzo para reconstruir el paisaje.

Nenúfares. Dos sauces. 1914- 1926. Claude Monet

Nenúfares. Dos sauces. 1914- 1926. Claude Monet

La idea de Monet era instalar sus Nenúfares en el Museo de la Orangerie, donde hoy día se puede seguir disfrutando de ellos. Este espacio se le antojó al artista el lugar perfecto para un encuentro entre la naturaleza y la luz natural. Monet se implicó en la organización de la muestra de su obra, prevista en una sala ovalada construida así para reforzar el efecto visual inmersivo que buscaba. Sin embargo, nunca vio el resultado, pues, el museo fue inaugurado en mayo de 1927, meses después de su muerte el 5 de diciembre de 1926.