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Esta obra es un mandala realizado en técnica de puntillismo, donde el color, la simetría y la geometría sagrada se integran para generar un efecto visual armónico y meditativo. Pintado a mano con acrílicos sobre madera fibro fácil, el mandala se despliega en círculos concéntricos que irradian desde un centro dorado hacia formas y patrones en tonos violeta, turquesa y detalles en dorado, evocando equilibrio y expansión energética.
Cada punto, aplicado con precisión y paciencia, se convierte en parte de una red de símbolos que representan la unidad, el orden del universo y la conexión con lo interior. Los colores predominantes —violeta y azul turquesa— transmiten calma, espiritualidad y sanación, mientras que el dorado en el centro simboliza la luz, la plenitud y el despertar de la conciencia.
Más que una pieza decorativa, este mandala es una invitación a la contemplación, la meditación y el equilibrio energético, ideal para transformar cualquier espacio en un lugar de calma y conexión espiritual.
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