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La mirada como reflejo del alma:
Los ojos del niño, intensos, expresivos y profundamente humanos— son el centro emocional de la pintura. Como espejos, reflejan no solo su interior, sino también las circunstancias que la rodean. El dolor no está representado por lágrimas, sino por la intensidad silenciosa de esa mirada que revela sufrimiento contenido.
La composición y el uso del verde vibrante en su velo realzan su belleza, pero esa armonía estética se ve interrumpida por las pequeñas marcas en su piel y la tensión de su expresión. El título indica que, aunque la belleza está presente, no puede ocultar el dolor que subyace.
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