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Este óleo presenta dos cafeteras y tazas de café, elementos que simbolizan la cotidianidad, la calidez y el ritual del café, una bebida que suele asociarse con momentos de encuentro y pausa. La elección de dos cafeteras puede sugerir una dualidad o diálogo, quizás representando la interacción entre personas o la repetición de un acto cotidiano.
La gama de colores ocres aporta una atmósfera cálida, terrosa y acogedora, evocando sensaciones de confort y nostalgia. Los tonos ocres, que van desde amarillos apagados hasta marrones suaves, pueden aludir al color del café mismo, integrando la paleta con el tema del cuadro y reforzando la conexión entre el objeto y su función.
Conceptualmente, la obra podría estar explorando la relación entre lo funcional y lo estético, mostrando cómo objetos simples y cotidianos adquieren significado a través del color y la composición. Además, el uso de una paleta monocromática en ocres puede enfatizar la armonía y la serenidad del momento representado, invitando al espectador a una reflexión pausada sobre los pequeños placeres diarios.
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