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Este cuadro presenta una composición abstracta en la que predominan los contrastes entre tonos grises oscuros y áreas de color dorado-oxidado, con matices rojizos que emergen como si fueran huellas de un desgaste natural. La textura rugosa y fragmentada recuerda la erosión, la corrosión del metal o la corteza de un árbol quemado, evocando la idea de algo que resiste al paso del tiempo a pesar de la destrucción.
El efecto visual transmite una sensación de fuerza y decadencia simultáneamente, como si mostrara cicatrices profundas que forman parte de una memoria material.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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