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Este cuadro es una pintura abstracta de estilo expresionista, dominada por tonos cálidos intensos como el rojo, anaranjado y ocre, que se mezclan con matices más oscuros como el marrón y el negro, además de destellos violáceos y blancos que aportan contraste y profundidad.
Las pinceladas y texturas transmiten movimiento y energía, como si fueran llamas, tierra erosionada o un paisaje en transformación. Hay una sensación de fuerza interior y de dramatismo, como si lo que vemos fuese una representación visual de emociones intensas o de la lucha entre lo que emerge y lo que se desvanece.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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