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Este cuadro presenta una abstracción texturizada en la que predominan los tonos tierra: amarillos, ocres, verdes y matices rojizos. La superficie está dominada en gran parte por redes y trazos que evocan la erosión, el desgaste natural de las piedras o la corteza de un árbol antiguo. Las líneas rojas parecen heridas o grietas, mientras que los juegos de luz sugieren movimiento, como si la materia respirara.
La obra transmite una sensación de tiempo acumulado y naturaleza en transformación, donde lo orgánico y lo mineral se confunden.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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