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Este cuadro es una obra abstracta de fuerte carga emocional. Las pinceladas verticales, gruesas y superpuestas, transmiten una sensación de peso y movimiento descendente, como si la pintura estuviera “lloviendo” o escurriendo hacia abajo.
Los tonos dominantes son el negro y gris, que evocan dramatismo, melancolía o un estado sombrío. Entre ellos irrumpen manchas de rojo intenso, que parecen heridas o estallidos de energía, contrastando con los toques más discretos de azul, púrpura y amarillo, los cuales suavizan ligeramente la composición, pero sin quitarle su fuerza tormentosa.
El efecto general es de un paisaje emocional, como si el lienzo expresara tanto dolor como resistencia, en un proceso de lucha o catarsis.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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