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En un reino donde la luz dorada se amasa con sueños de felino,
y el mar turquesa ronronea olas de cristal líquido,
un jardín emerge de la paleta de un gato cósmico,
donde cada trazo impasto es un susurro divino.
Cuatro sillas de mimbre, tejidas con hilos de luna y coral,
flotan sobre un suelo de zafiro embrujado,
mientras un naranjo, con frutos de sol naciente y astral,
desprende aromas de universos inexplorados.
Lavandas púrpura, lenguas de nébula fragante,
en vasijas de barro que cantan constelaciones,
y un tricolor persa, soberano mutante,
se estira en el tiempo, hilando eternas oraciones.
Nubes de añil y ópalo, caricias etéreas en el cielo,
velan este instante de magia palpable,
donde el impasto palpita con secretos de otro velo,
y el alma gatuna nos invita a su danza inefable.
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