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Esta obra presenta una figura humana inclinada hacia el suelo, en una pose que combina sumisión, entrega, búsqueda interior o desgarro emocional. El trazo es firme y expresivo, realizado con una economía de líneas que permite que el cuerpo respire, pero también conserve tensión.
Lo figurativo se ve envuelto en un entorno abstracto y simbólico:
Una espiral en blanco y negro domina la esquina superior izquierda, símbolo de repetición, hipnosis o estados mentales.
En la esquina contraria, un ojo dentro de un paisaje montañoso y estelar funciona como observador, conciencia o vigilancia.
La parte inferior muestra texturas naturales: grava, vegetación, corteza, pigmento, recordando el arraigo del cuerpo con la tierra, lo físico y lo orgánico.
La “X” amarilla, fragmentos de colores difusos, manchas e interferencias gráficas invaden el espacio, como si la psique del personaje se disolviera en capas visuales.
Todo el conjunto invita a una lectura abierta: ¿es una figura que se derrumba, se entrega, o se está reconstruyendo? El espectador se convierte en testigo de un proceso íntimo, a la vez físico y espiritual.
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