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La obra tiene una fuerte presencia de textura y color, donde destacan racimos de buganvillas en tonos rojos y rosados, creados en relieve, que emerge del soporte de madera con un efecto casi tridimensional. Las flores se disponen en diagonales ascendentes, evocando el crecimiento natural de la enredadera, siempre expansiva y vibrante.
En contraste, aparecen maceteros geométricos con franjas verticales multicolores. Sin embargo, las buganvillas parecen desbordar cualquier límite, imponiéndose con su vitalidad y movimiento.
El diálogo entre lo orgánico y lo geométrico transmite una tensión armoniosa: la libertad de la naturaleza frente al orden impuesto.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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