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Neptuno, dios ancestral de lo emocional y lo creativo, encarna la majestuosidad y el vértigo de un poder tan inmenso como inestable. Su temperamento, ligado al oleaje y a la furia de las aguas, nos recuerda que lo sublime y lo terrible conviven en la misma naturaleza.
El tridente, simple herramienta de los pescadores, en sus manos pierde toda humildad para transformarse en un símbolo de sacudida y desgarro. Ya no sirve para atrapar peces, sino para remover los océanos, quebrar la calma, despertar lo que dormía. Es el recordatorio de que la creación también nace del desorden, y que la serenidad puede romperse en cualquier instante.
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