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La obra “Oppenheimer, el viaje de Amoukar” enlaza mito y contemporaneidad, evocando a Prometeo como figura atemporal: aquel que roba el fuego de los dioses para entregarlo a la humanidad, inaugurando a la vez el progreso y la condena. En este diálogo, Oppenheimer aparece como un nuevo Prometeo moderno, portador de un fuego que ya no ilumina, sino que devora.
Las figuras se alzan bajo el resplandor de un sol desbordado, amarillo y abrasador, que concentra tanto la energía creadora como su reverso destructivo. Entre lo mítico y lo humano, la pintura confronta al espectador con la ambivalencia del conocimiento: todo avance encierra en sí mismo la semilla de la herida y de la posible redención.
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