El añorado Caribe, la juventud en Brooklyn, el presente en Londres; el hip hop, Joseph Beuys, los manteles de la abuela… La obra de Alvaro Barrington revuelve un montón de influencias para generar una obra festiva, colorista y sensual que está seduciendo a los críticos londinenses. Representado por hasta 6 galerías diferentes huyendo del concepto de exclusividad, Barrington viene de exponer en el MoMA PS1 en Nueva York y este 2020 expondrá en Los Ángeles, otra vez en Nueva York y, por supuesto, en Londres, donde tiene fijada su residencia.

Para mí es un Caribe muy romántico. Es un Caribe que dejé cuando tenía siete u ocho años y está todo en mi memoria, por lo que las cosas tienen que ser más grandes y brillantes y no exactamente lo que son”. Alvaro Barrington nace en Caracas en 1983 pero pronto se va con su familia a la isla de Granada donde pasa su niñez antes de irse a Brooklyn para vivir con unos familiares. En una entrevista concedida a Mousse Magazine, el artista habla largo y tendido sobre la poderosa influencia que sus raíces familiares y culturales han tenido en su obra.

“Recuerdo que tenía quince años y mi tía me dio un mantel rojo muy brillante que había cosido, y pensé: ‘Lo último que necesito es un mantel’ (…) Pero a medida que crecía, ese mantel se me quedó grabado en la mente y recordé lo imaginativo e inventivo que era (…) Pero tampoco quería coser cómo cosían, así que pensé que podría explorar las cualidades formales de la costura”.

Uno de los elementos decisivos que han configurado el estilo de Barrington ha sido el uso de tejidos que incorpora a su obra o que incluso constituyen la base de su pintura. No es solo la necesidad de establecer un vínculo con su pasado íntimo, sino de reivindicar una cultura amenazada por el olvido: “Recordé haber estado en Barbados durante un par de meses cuando era joven y recordé la arpillera (…) Así que extendí un montón de lienzos de arpillera e intenté descubrir cómo hacerlos funcionar a nivel artístico”.

Graduado en Slade School of Art de Londres en 2017 —calificada por The Guardian como la mejor escuela de Arte del Reino Unido—, la cotización de la obra del artista caribeño se ha disparado en pocos meses una vez que el MoMA mostró interés por él y comenzaron a lloverle ofertas de galerías. Pero Barrington decidió que no quería representación exclusiva, algo que choca con las condiciones que imponen muchas galerías a la hora de difundir la obra de un artista emergente.

Los galeristas que trabajan con el pintor caribeño dicen estar encantados con esta peculiar relación ya que “nos obliga a todos a pensar individualmente sobre lo que cada galería puede hacer por un artista”. Aunque el pintor caribeño confiesa que tal vez en algún momento tenga que decidirse: “Habrá momentos en los que tendré que elegir, firmar un compromiso y ser responsable con ello… es como si un día tengo un hijo, no puedo pasarme la vida corriendo por la ciudad como un gilipollas”.

Mientras ese día llega, Alvaro Barrington sigue disfrutando de una creciente fama en Londres dándose el lujo de ser comisionado por famosos críticos como Norman Rosenthal. Al margen de su ya icónico trabajo con tejidos naturales como la arpillera, el color jugoso, la sensualidad, y las referencias vegetales son otras de las notas dominantes de la obra de Barrington. En este sentido, la flor de hibisco se ha transformado en otro elemento básico de su obra. Muchos ven en ella, no solo una referencia a sus raíces culturales, sino algo más, pero Alvaro aclara: “Un amigo mío dijo sobre una de mis obras con flores: ‘¡Eso es súper fálico! Y yo dije: ‘Es solo una flor roja’. ¿Sabes? La flor no está preocupada por esas cosas, es solo una flor”. Y además, con sentido del humor…