A lo largo de la historia encontramos ejemplos excepcionales de artistas que han aprovechado el retrato de su propio estudio para enseñar parte de su intimidad y compartir ciertas confidencias. A continuación, analizamos el taller del pintor de tres genios: Rembrandt, Courbet y Bazille, ¿qué revelarán en ellos?

El pintor en su estudio. 1629. Rembrandt

El pintor en su estudio. 1629. Rembrandt

El pintor en su estudio (1629) de Rembrandt
Con su tradicional estilo detallista y minucioso, el maestro holandés muestra en soledad al pintor en su taller. Rembrandt elige representar el momento de la creación. Un fuerte foco de luz ilumina el cuadro que está pitando, pero que no descubre al espectador, pues, aún no está terminado. Al joven artista, por el contrario, lo coloca en la penumbra meditando sobre la obra que en esos momentos está creando. Alude de este modo a la importancia de pensar e idear la pieza de arte. Por ello, la figura está localizada alejada del caballete, ataviado con una elegante vestimenta y con pinceles en la mano para evitar confundirlo con un mero visitante de su estudio. Un taller austero y sencillo que establece de nuevo una relación de oposición con los ropajes del artista. Igualmente, se interesa por recoger los detalles de la pared, los clavos del caballete, la humedad en la madera o los objetos detrás del pintor. Todo bañado por el sugerente juego de luz y sombra típico del barroco.

El taller del pintor. 1854-1855. Gustave Courbet

El taller del pintor. 1854-1855. Gustave Courbet

El taller del pintor (1854- 1855) de Gustave Courbet
Se trata de uno de los lienzos más enigmáticos del artista francés y en él, como en casi todas sus obras, prima el carácter revolucionario, reuniendo al mismo tiempo el retrato de grupo, el paisaje y el desnudo. Dentro del grupo, a la derecha, aparecen amigos, trabajadores y aficionados al mundo del arte. Entre ellos se reconoce al mecenas Alfred Bruyas, al filósofo Proudhon, al crítico Champfleury y a Baudelaire. A la izquierda, sitúa la vida terrenal: la miseria y la riqueza, y en ella encontramos un cura, un cazador, un obrero y una mendiga. Por otra parte, simboliza el amor libre en los dos amantes pintados cerca de la ventana, el arte academicista en el modelo masculino y en la mujer, la verdad. En el centro de todo esto, el pintor se presenta como mediador subrayando la función social del artista. Lo hace, como es habitual en él, a gran escala, adjudicando las dimensiones de la pintura de historia a su relato personal y nutriendo así las bases del realismo.

El taller de Bazille. 1870. Frédéric Bazille

El taller de Bazille. 1870. Frédéric Bazille

El taller de Bazille (1870)
El taller del pintor es utilizado por Bazille para realizar un cuadro autobiográfico, lleno de alusiones a su vida y obra. La escena está ambientada en el estudio de la calle La Condamine que Bazille llegó a compartir con su amigo Renoir desde 1868 hasta 1870. En el centro, el pintor se autorretrata con la paleta en la mano. La figura esbelta que lleva sombrero y que observa con atención el lienzo que este pinta es Manet, quien supuso para él una fuerte influencia. A la derecha, tocando el piano, incluye a su colega Edmond Maître. Encima, reproduce un bodegón de Monet, quizás para recordar la ayuda económica que le prestó mediante la compra de cuadros. Los otros personajes que aparecen a la izquierda son más difíciles de identificar. Probablemente sean Monet, Renoir y Zacharie Astruc. Asimismo, Bazille se hace eco de algunos trabajos propios y de sus colegas impresionistas rechazados por el Salón, como El aseo, Encima del diván, El pescador y el gavilán, suyos, y el paisaje con dos personajes de Renoir, la gran pintura situada a la derecha de la pintura. Exponiendo de esta manera una rotunda crítica a la Academia y afirmando su propia visión del arte.