El francés Honoré Daumier transformó su ingenio en arte dejando para la historia fascinantes dibujos y lienzos llenos de sátira salvaje y crítica social. Por medio de su increíble talento como caricaturista, dibujante y pintor realista evidenció las deficiencias y la corrupción de la monarquía y del sistema judicial.

Gargantúa. 1831. Honoré Daumier

Gargantúa. 1831. Honoré Daumier

Sus temas favoritos eran los vicios del hombre, los gobernantes franceses, jueces y abogados. Los primeros los destapaba sin contemplaciones, a los segundos les solía convertir en caras de pera, comparar con locos y marionetas y a los terceros y cuartos, le gustaba ilustrarlos como payasos y en actitud soberbia. Igualmente, en sus obras demostraba su espíritu republicano, incluía alegorías del nacionalismo y de la acción militar, de la libertad y representaciones de Don Quijote, un personaje por quien siempre sintió simpatía.

República. Hacia 1848. Honoré Daumier

República. Hacia 1848. Honoré Daumier

Se hacía eco de cualquier coyuntura económica, política o social que a su juicio creyese que debía ser valorada y, en la mayoría de casos, atacada. Estas caricaturas solían aparecer en las dos publicaciones satíricas La Caricature y Le Charivari del momento. Esta última se vio afectada en más de una ocasión por la censura debido a la dureza de sus críticas al gobierno de Luis Felipe I de Orleans. De hecho, en 1832, el propio Honoré Daumier (Marsella, 1808- Valmondois, 1879) pasó seis meses en prisión condenado por retratarle caracterizado como el ogro glotón Gargantúa.

Y, aunque alcanzara una gran fama como dibujante, siendo llamado por sus colegas como “El Miguel Ángel de las caricaturas”, el francés creó pinturas de un valor extraordinario que también estaban impregnadas de sátira. Así, sus lienzos recogían escenas cotidianas con un trasfondo de profunda crítica social. Interesándose, especialmente, por mostrar la vulnerabilidad del individuo y la marginalidad social, como ocurre en uno de sus cuadros más conocidos, Vagón de tercera (1862- 1864), testigo de la diferencia de clases. Sus sátiras siempre giraban a favor del más desfavorecido y del hombre de a pie y solían ridiculizar al poderoso.

Don Quijote en las montañas. Hacia 1850. Honoré Daumier

Don Quijote en las montañas. Hacia 1850. Honoré Daumier

En cuanto a su estilo, destaca la exactitud de su trazo que le permitía representar, de modo exagerado y a la vez fiel, los rasgos de los políticos o personajes que interpretaba con su ácida pincelada, sin que hubiese que atribuir sus nombres para identificarles. Considerado una de las máximas figuras del realismo francés, su estilo influyó en artistas coetáneos como Delacroix y Corot y contribuyó a fundamentar las bases de movimientos posteriores, como el impresionismo. Asimismo, dejó huella en maestros como Van Gogh o Picasso gracias a su gran carga expresiva y simbólica. También realizó algunas esculturas en bronce y yeso que le ayudaban en el diseño de personajes que luego aparecerían en sus grabados.

Vagón de tercera. Hacia 1862- 1864. Honoré Daumier

Vagón de tercera. Hacia 1862- 1864. Honoré Daumier

Obligado a dejar la escuela para trabajar a los doce años, siempre vivió ajeno a la riqueza económica y a las élites, rehusando cualquier trato de favor. Sólo al final de su vida, cuando estaba ciego y arruinado, aceptó la oferta de Corot para vivir en una pequeña casa propiedad del pintor en Valmondois, donde murió en 1879.