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La obra muestra una serie de árboles altos y delgados que se extienden hacia arriba, representados con trazos oscuros y firmes sobre un fondo predominantemente verde. Las ramas desnudas se entrelazan y sugieren un bosque en transición, quizás al inicio de la primavera. La textura visible que aportan las redes del lienzo y las pinceladas gruesas crean una sensación orgánica, casi táctil, que refuerza la conexión con la naturaleza.
El predominio del verde transmite frescura, vida y renovación, mientras que los troncos oscuros aportan contraste y profundidad. En conjunto, la pintura evoca una atmósfera serena, un instante de quietud dentro del crecimiento continuo del bosque.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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