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Nosotros mismos nos secamos cuando no luchamos contra la represión. Cuando no defendemos nuestras metas y sueños a capa y espada, estamos muertos en vida. Permanecemos como ese arbol seco, que no da hojas, flores ni frutos, pero que se empeña en agarrarse del suelo con sus raíces, para ocupar inútilmente un lugar en el espacio.
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