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Este cuadro muestra una interpretación artística de Nueva York. Los edificios están pintados con trazos sueltos y texturizados, predominando tonos grises, ocres, dorados y negros que evocan una atmósfera crepuscular, posiblemente al atardecer. La silueta del Empire State Building destaca en el centro como figura dominante, acompañado de otras construcciones icónicas, lo que transmite la inmensidad y fuerza arquitectónica de la ciudad.
La elección de colores cálidos en el cielo contrasta con la dureza de los tonos fríos y sombríos de los edificios, reflejando esa dualidad de Nueva York: una ciudad vibrante, luminosa y a la vez caótica y densa.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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