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Este cuadro presenta una composición abstracta en la que predominan tonos terrosos —ocres, marrones, rojizos y toques de blanco— que evocan tanto fuerza como desgaste. En el centro se aprecia una figura estrellada, casi como un núcleo en erupción, de donde emergen formas diagonales que parecen alas, garras o ráfagas de energía.
La textura, con redes entrelazadas, es densa, rugosa y cargada de materia, lo que sugiere movimiento y tensión interna.
La obra transmite la sensación de algo que lucha por salir desde lo profundo, un pulso vital atrapado en la densidad del entorno.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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