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La obra muestra un lienzo dominado por tonos cálidos, principalmente rojos, naranjas y rosas, difuminados con suaves toques de azul y violeta. Entre esta atmósfera nebulosa aparecen rostros etéreos, casi translúcidos, que emergen como presencias fantasmales o recuerdos que flotan en el tiempo.
La textura y el desenfoque sugieren un espacio onírico, intangible, donde las figuras parecen estar a medio camino entre la aparición y la desaparición.
Un grupo de rostros difusos se asoma desde un fondo cálido y nebuloso, como si fueran memorias suspendidas en el aire o almas que se manifiestan suavemente. La obra transmite un sentimiento de misterio, nostalgia y espiritualidad.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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