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En este cuadro quise recrear la fuerza y la belleza de un encuentro entre el mar y la tierra desde una perspectiva casi aérea. Pinté el agua con tonos turquesa y azul intenso, dejando que la pintura fluyera para formar remolinos y espumas blancas que evocan el romper de las olas sobre las rocas. Las formaciones rocosas surgen en marrones y ocres, y la franja de arena dorada se despliega como un suave descanso entre la energía del mar y la tranquilidad de la costa. Me inspiré en esa sensación de libertad y frescura que se siente al observar el océano desde lo alto, y traté de plasmar el contraste entre el movimiento dinámico de las olas y la solidez de la tierra. Espero que quien contemple esta obra pueda escuchar el sonido del mar, sentir la brisa y compartir el asombro que me produce este paisaje.
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