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Este cuadro es una pintura impresionista que representa un atardecer sobre el mar. El sol, en un intenso tono anaranjado, se sitúa en el centro de la composición, atravesando un cielo cubierto de nubes que se tiñen de amarillos, naranjas y rosados. La textura gruesa de las pinceladas crea movimiento y profundidad, transmitiendo la vibración de la luz y la atmósfera del momento. El reflejo del sol se proyecta verticalmente sobre la superficie ondulante del agua, pintada en matices de azul, verde y turquesa, con toques cálidos que sugieren el resplandor del ocaso.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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