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En el confín del occidente asturiano, donde los acantilados se desgarran en espuma y roca, el puerto de Ortiguera se recoge como un suspiro entre mareas. Pequeño, valiente, escondido entre paredes de piedra y verdes que se asoman al Cantábrico, El Ribeiro guarda el eco de redes antiguas, de barcas que aún huelen a sal y a historia.
Ver más información de Yolanda Gonzalez Alonso