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En una ladera verde que respira calma, se dispersan humildes construcciones de piedra —algunas con tejados de paja, otras de teja— como testigos silenciosos de una vida rural que resiste al tiempo. Las vacas pastan con serenidad, ajenas al paso de los días, mientras el cielo despejado envuelve la escena en una luz clara y limpia. Este paisaje evoca la Asturias profunda, donde la arquitectura tradicional se funde con la tierra, y cada rincón parece guardar una historia de trabajo, quietud y memoria.
Ver más información de Yolanda Gonzalez Alonso