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Este cuadro presenta una textura rica y compleja, con una superficie en relieve que recuerda a la corteza de un árbol, un terreno erosionado o incluso una vista aérea de un paisaje natural. Los tonos predominantes son verdes, ocres y blancos, que se entremezclan generando una sensación orgánica y terrosa. El blanco parece extenderse como una capa de nieve ligera o como espuma marina sobre una superficie rocosa.
La obra transmite una mezcla de calma y movimiento: calma por la paleta suave y terrosa, movimiento por las formas irregulares y los surcos que atraviesan la composición. Es una abstracción que evoca lo natural y lo primigenio, casi como si capturara el paso del tiempo sobre la materia.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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