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En esta obra, el árbol no es sólo un árbol, es un mapa del alma, un eje cósmico que conecta lo invisible con lo tangible. Sus raíces multicolores se hunden en la tierra como pensamientos profundos que buscan sentido.
Mientras sus ramas se elevan como sueños que se atreven a tocar el cielo.
Cada color es una emoción ordenada en caos armónico. El rojo vibra como la pasión que nos impulsa, el azul susurra la calma que no sostiene, el verde respira la esperanza que nos renueva. El tronco firme y severo es la columna vertebral del tiempo, dónde cada anillo es una memoria cada grieta una lección.
Este "orden"no es rigidez sino equilibrio: el árbol vive en constante transformación pero nunca pierde su esencia.
Es la metáfora perfecta del ser humano: complejo vibrante enraizado en su historia, pero siempre creciendo hacia la luz
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